domingo, 28 de julio de 2013

El Clima

La miró a los ojos y en ese momento comprendió lo inoportunas que eran sus palabras de amor; ella no las necesitaba.

¿Y cómo no habría de sentirse inútil? ¿Ahora de qué iban a hablar? ¿Del clima? No sabía hacer nada más que quererla y en papeles escribir historias mágicas en las que sus manos fusionadas caminaban por un mundo pequeño y sencillo; de fugas pueriles paridas en la estrechez de su ventana.

Difícil se le hacía caminar hasta su casa entre el innegable el coqueteo de esos centenarios árboles de ramas robustas y acogedoras, tanto que alucinaba su ruta de escape sobre aquellos frondosos y maternales brazos de madera. Cerraba sus ojos e iniciaba todo con un suspiro. Se veía ligero y feliz corriendo hacia el final de esa improvisada pista de despegue; tranquilo, sabiendo que la soga en su cuello sería el límite entre aquel éxtasis de libertad y la triste realidad que anida el suelo que todos pisan.

¿Y cómo no habría de sentirse inútil? Condenado a mirarla a los ojos para hablar de clima!