sábado, 6 de abril de 2013

Existe un loco que…
en un acto de completa devoción hizo un fuego en una caracola gigante,
puso en él su guitarra y cada uno de sus poemas; un alma en su máxima expresión.

Al viento juvenil que sube y baja la cordillera le encargó llevarle cada una de sus plegarias;

toda su pena llegaría hasta el Caribe donde la brisa del mar habrá de contarle todo como un suave murmullo para que el resto nunca se entere de su agonía, solo su amada.

Él sabe que no funcionará, que ella jamás podrá sentir, ni siquiera imaginar la crueldad de su ausencia. Sin embargo, lo hace; al igual que el pobre le reza a Dios con la humana sospecha de que Dios ha muerto, murió de soledad; lo mató la razón.

Este mártir de sus convicciones la espera, con la lealtad de un can, sentado al pie de una ventana azul y de madera astillada, la ha hecho suya, la eternizó a las cinco de la tarde, su hora preferida.

Con el pasar de las horas abraza cada vez más su locura, ¿cómo culparlo? en su historia ellos son un uno, ella la corresponde cada sonrisa con un suspiro mientras su pie desnudo juega a hacer círculos en la tierra mojada y la lluvia cálida ajusta su vestido a la sensual silueta de sus pechos perfectos.

En su mundo el cielo de la noche es la continuación de su cabello oscuro y la luna nueva un fiel reflejo de sus ojos de carbón. Todas las flores llevan su aroma y sus lágrimas bañan las plantas de madrugada cual rocío.

…de ese ritual sólo quedan las cenizas y su esperanza intacta que parece no se apagará ¡jamás!

La montaña y el sol


Fruto del morbo juguetón de dos almas en pena se hincha la montaña,
corazón de sus fluidos, cálido lugar sin sombra donde anida el sol.
Sin la venia de la estrella se madura la mañana con un amargo sabor a distancia.
Por la culpa de un beso que fue negado yace inmóvil su cuerpo sepultado con
todo y la ilusión, es la tumba del ingenuo que creyó en el vuelo sin rumbo del
cuyeo. Aquel que se oculta en la penumbra de dos pechos florecidos en una noche
de luna nueva.
Muchas ganas y pocos intentos lloran hoy el santo lecho de tu vagina hecha verso.
Sólo ellas, la tristeza y la indiferencia, celebran una ingrata victoria; entre el verdor pueril de la montaña; casita del sol, luz para el pueblo.
Ella con Dios y mentiras…
                          Él con ciencia y sin fe.
El sol arriba y la montaña abajo.