miércoles, 20 de febrero de 2013

Ella arrastra consigo el peso de un desamor, su corazón es un trozo de papel arrugado por la incertidumbre de la mañana. Respirar es cada vez más difícil, su corazón se le escapa por la garganta, como tratando de salir en la búsqueda de su amado.

Esa pobre mujer ya no se distrae con nada, todo son voces distorsionadas, todo lo que no venga de él lo tomará como ruido, es inútil tratar de aterrizarla, pues vive entre zozobras y la culpas.

Cree que la distancia aliviará su penar, cree que la montaña podrá disimular su desencanto; no podría estar más equivocada. Ya se han amado, han sido uno, sus almas se extrañarán eternamente, su buscarán entre la gente y más tarde se marcharán plagados de decepción.

Nunca pensó que su beso sería imborrable, adictivo, necesario; tan dulce y peligroso; tanto que ahora es vital como el café, como el aire, como su mirada!

Ella nunca se perdonará la irresponsabilidad de no haber hecho nada por ellos, la falacia de que un día estarían juntos le ha pasado factura y sus labios habrán de pagar las consecuencias.

Yo nunca le perdonaré la irresponsabilidad de dejar todo en las manos de Dios, y no hacer nunca nada por ellos.

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