viernes, 17 de agosto de 2012


A la princesa no le gusta hacer nada; duerme hasta muy tarde.
Otros días se levanta muy temprano para ver la gente en la calle; le fascina ver las multitudes como un río de almas que desembocan en autobuses amarillos que los llevarán al infierno de su trabajo. Adora los mares pero odia a la gente en singular.
En momentos, cierra sus ojos y piensa en su amor; cree que serán burbujas que se elevan sobre todos y todo, su ritmo lo marcará la brisa de abril y el color de la tarde.
La princesa goza de viajes púrpuras, con sabor a jazz y olor a vino barato. Puede desaparecerse entre sábanas, con cualquiera; y llorar en sus momentos de lucidez junto al abismo de su cama.
Es hermosa, como las mariposas y compleja como la orquídea.
Antes de dormir le reclama a dios, por la ausencia de su amado y maldice la montaña que impide su encuentro con él; un encuentro que ha dibujado mil y una vez en medio de su rutina.
A esta princesa tan sólo le faltan alas, porque ella ya tiene un destino y un espacio donde la esperan.
No es de dios ni del diablo, ahora es mía y de mis pensamientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario