viernes, 17 de agosto de 2012

Yo una vez quise ser lluvia; imaginé tus pechos como pequeñas montañitas ansiosas por mi llegada. Pude ver tu carita de sol ocultándose entre la almohada, mientras mi oscura presencia lentamente descendía aquellas montañas y sin saberlo florecía todo aquello a su paso, hasta llegar a un valle cálido, lleno de texturas y sabores; vagamente oculto entre tus piernas, con la tímida esperanza de este encuentro. Era un mundo hermoso y pequeñito, nuestra habitación; inmerso en otro grande y absurdo, tan absurdo, como la gente!

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